Últimamente han caído en mis manos libros que podrían denominarse “generacionales”. En los que el autor no solo cuenta una historia concreta, si no que refleja el estado de todo un grupo social determinado. Por ejemplo, para mí En la carretera de Jack Kerouac sería uno de esos libros generacionales de la década de los 50. Debe ser la situación de desengaño en la que estamos viviendo, ante aquello que, se supone, se nos tenía prometido, o la situación socio-económica general, pero está claro, que existe un auge de temática generacional, en la que el “nosotros” impera frente a la introspección “ombliguista” de la que nos acusaba a los niños mimados nacidos después de los 80.
De alguno de estos libros ya os he dejado reseña como Todo lo que una tarde murió con las bicicletas de Llucia Ramis, otros que he leído últimamente son Amigas con hijos de Mónica Drake (pendiente hacer la reseña), Idiopatía de Sam Byers (no me ha gustado nada, no haré la reseña) y por último, el objeto de mi recomendación de hoy: Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler. (Editorial Libros del Asteroide, 2014)
Canciones de amor a quemarropa es la historia de un grupo de amigos: Henry, Lee, Kip, Ronny y Beth, que crecieron juntos en el mismo pueblo de Wisconsin, Little Wing. Se hicieron adultos y sus vidas tomaron un curso diferente: vaquero de rodeo, agente de bolsa, estrella del rock, granjero…, pero el tiempo los fue juntando de nuevo y eso creó cambios en sus destinos, replanteándose aquello que es realmente importante: la amistad, el amor, las raíces, los sueños, la libertad, en definitiva, la felicidad. Canciones de amor a quemarropa es la historia de muchos de nosotros, de nuestros amigos, de los caminos que tomamos y de cómo muchas veces vuelven a cruzarse o nos hacen regresar al punto del que partimos. Una novela en la que la música es importante para sus protagonistas, pero ¿para quién no lo es?. Todos tenemos nuestra propia banda sonora, la que ha marcado los momentos importantes o los no tanto en nuestra vida.
–No quería volver como un fracasado, ¿sabes?-me dijo. Lo único que puedo hacer es seguir intentándolo. Es lo único que se me da bien.
-¿Qué debe de sentir él?- pensé- ¿Qué verá?. ¿De dónde viene toda esa música?.
Alguien quiso hacernos creer en un anuncio de televisión, que éramos la generación JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados) y que el mundo estaría a nuestros pies, ¡bendito idiota!. Yo creo que, aunque a marchas forzadas, mi generación está aprendiendo a ponerse a los pies del mundo, para ayudar a levantarlo. Hay una clara diferencia y eso se aprecia en todos los ámbitos, también en la literatura. ¡Bienvenidos estos libros “generacionales”!.
-América, diría yo, consiste en gente pobre tocando música y en gente pobre compartiendo comida y en gente pobre bailando aun cuando llevan una vida desesperante y tan deprimente que ya ni debería haber sitio para la música o para algo de comida extra, cuando no deberían quedarles energías ni para bailar.
Aquí os dejo con un vídeo donde los lectores opinan. Hasta el próximo post!